El conglomerado automotriz neerlandés Stellantis ha comunicado este lunes su anticipación de una pérdida neta de €2.3 mil millones (equivalente a unos $2.68 mil millones) para la primera mitad del año. La compañía atribuye este resultado adverso a la acumulación de cargos significativos previos a impuestos y al impacto inicial de las nuevas tarifas impuestas por Estados Unidos.
En su informe financiero preliminar, Stellantis —que engloba marcas como Jeep, Dodge, Fiat, Chrysler y Peugeot— estimó que sus ingresos para el primer semestre alcanzarán los €74.3 mil millones, una cifra inferior a los €85 mil millones registrados en el mismo lapso del año anterior.
La automotriz señaló cuatro factores principales detrás de estos resultados:
- Iniciativas tempranas para potenciar la rentabilidad.
- Aproximadamente €3.3 mil millones en cargos netos antes de impuestos.
- Incremento en los costos de producción y fluctuaciones desfavorables en el tipo de cambio.
- Las repercusiones tempranas de los aranceles estadounidenses implementados este año.
Stellantis calculó que solo el efecto neto de estos aranceles restó €300 millones a sus ganancias, y prevé además ajustes en la producción como parte de su estrategia de respuesta.
A nivel global, los envíos de vehículos de la compañía durante el segundo trimestre experimentaron una disminución del 6% interanual, totalizando aproximadamente 1.4 millones de unidades.
En Norteamérica, los despachos del segundo trimestre sufrieron una considerable reducción de cerca de 109,000 unidades, marcando un descenso anual del 25%. Esta caída se explica por la menor actividad manufacturera, la disminución de envíos de vehículos importados particularmente afectados por los aranceles, y la reducción de las ventas a flotas.
Por su parte, los envíos en Europa durante la primera mitad del año disminuyeron en 50,000 unidades (un 6%), fenómeno que la empresa atribuyó fundamentalmente a “factores de transición de productos”.
La imposición por parte de Estados Unidos de un arancel del 25% sobre todas las importaciones de automóviles en abril ha generado incertidumbre y una presión considerable sobre las compañías automotrices globales que operan en el mercado estadounidense.