Contexto político: cierre del Estrecho de Ormuz sobre la mesa
En un envión reciente derivado de los ataques de EE.UU. contra instalaciones nucleares iraníes, el Parlamento de Irán aprobó una recomendación para cerrar el Estrecho de Ormuz, aunque la decisión final recae en el líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, mediante el Consejo Supremo de Seguridad Nacional.

Este estrecho, por donde transita el 20 % del petróleo y el 30 % del gas natural exportado por mar, es un cuello de botella estratégico en manos de Teherán. Expertos advierten que su cierre impulsaría el precio del crudo Brent hasta los 120 dólares por barril o más, con consecuencias directas en los mercados globales.
Por qué China importa esta tensión
China depende en gran medida del crudo iraní para sustentar su desarrollo industrial. Un cierre del Estrecho de Ormuz no solo interrumpiría el suministro de Irán, sino que también afectaría las rutas marítimas que transportan petróleo de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos e Irak —todos suministradores de Beijing—.
Además, EE.UU. ha instado a China a ejercer presión diplomática para evitar el cierre, dado el impacto económico que tendría una disrupción energética global.
El doble filo estratégico: sanciones y dependencia
Tras la salida de EE.UU. del acuerdo nuclear en 2018 y la reinstauración de sanciones en 2019, Irán redireccionó sus envíos hacia mercados como China. Entre 2022 y 2025, más del 60 % del crudo iraní fue absorbido por el gigante asiático, consolidando una dependencia mutua.

No obstante, si Irán ordena el cierre del Estrecho, perdería su principal vía de exportación hacia China, comprometiendo su sustento económico. Las alternativas por oleoducto en Arabia Saudí y Emiratos no tienen capacidad para reemplazar el flujo marítimo y requieren rutas complementarias que aún enfrentan amenazas como la piratería.
Conclusión: China en el epicentro energético y geopolítico
En resumen, la convergencia entre las exportaciones de petróleo iraní a China y el dominio estratégico sobre el Estrecho de Ormuz convierte a China en un actor central. Beijing se enfrenta al dilema de mantener su acceso a crudo barato o arriesgarse a una escalada en Medio Oriente que ponga en jaque los precios y las rutas energéticas globales.
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