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La carrera por el Corredor de Zangezur: Turquía, Azerbaiyán y Armenia redefinen el CáucasoSur mientras Rusia intensifica la presión

por Redacción · 2 julio, 2025

BAKÚ/EREVÁN — En un giro que podría transformar la dinámica geopolítica del Cáucaso Sur, múltiples informes indican que Turquía, Azerbaiyán y Armenia están cerca de alcanzar un acuerdo sobre el Corredor de Zangezur, una ruta estratégica que conectaría el territorio continental de Azerbaiyán con su enclave de Najicheván a través de la provincia armenia de Syunik.

Este pacto, según fuentes, excluiría a Rusia del control de la ruta, desafiando la influencia histórica de Moscú en la región. En respuesta, el Kremlin ha intensificado las tensiones, con reportes de redadas violentas contra comunidades azerbaiyanas en Rusia y maniobras para presionar a Bakú a través de Irán, un aliado clave que también se opone al corredor.

El Corredor de Zangezur, un proyecto de 43 kilómetros que atraviesa el sur de Armenia, es visto como un componente crítico del Corredor Medio, una ruta comercial este-oeste que conecta China y Asia Central con Turquía y Europa a través de Azerbaiyán. Para Bakú y Ankara, aliados estratégicos, el corredor promete integrar económicamente a Najicheván, reducir costos de transporte y fortalecer la influencia turca en el mundo túrquico, al tiempo que posiciona a Azerbaiyán como un centro logístico clave.

Armenia, por su parte, ha ofrecido abrir sus fronteras y reactivar rutas soviéticas, pero insiste en mantener la soberanía total sobre el corredor, rechazando cualquier estatus extraterritorial que Azerbaiyán ha exigido anteriormente.

Las negociaciones, según reportes, avanzaron durante la reciente visita del primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, a Turquía, donde se habrían acordado los términos básicos del corredor. Este avance marca un hito en las relaciones entre Ereván y Bakú, que han estado marcadas por décadas de conflicto, especialmente tras la guerra de Nagorno-Karabaj de 2020, en la que Azerbaiyán recuperó territorios con apoyo militar turco.

La exclusión de Rusia del acuerdo refleja el debilitamiento de su influencia en el Cáucaso Sur, agravado por su enfoque en Ucrania y la creciente autonomía de Azerbaiyán, que ha fortalecido lazos con Turquía e Israel mientras mantiene relaciones energéticas con Europa.

Sin embargo, la reacción de Moscú no se ha hecho esperar. La detención violenta de Shahin Shikhlinsky, líder de la diáspora azerbaiyana en Ekaterimburgo, por parte del FSB ruso, junto con otras redadas contra comunidades azerbaiyanas, ha sido interpretada como una represalia directa. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Azerbaiyán condenó estas acciones, denunciando el uso de “violencia inaceptable” que resultó en la muerte de dos hermanos azerbaiyanos, Ziyaddin y Gusein Safarov, y heridas graves a otros.

Analistas en Bakú, como Emil Mustafayev, señalan que estas redadas reflejan un “sesgo xenófobo” en Rusia, utilizando a las minorías étnicas como chivo expiatorio en momentos de tensión interna.

Además, Rusia parece estar aprovechando las preocupaciones de Irán para contrarrestar el avance del corredor. Teherán se opone firmemente al proyecto, temiendo que corte su frontera con Armenia, un aliado estratégico, y fortalezca la alianza Azerbaiyán-Turquía, que percibe como una amenaza respaldada por Israel y la OTAN.

Irán ha intensificado su retórica, con ejercicios militares cerca de la frontera azerbaiyana y la apertura de un consulado en Kapan, en la provincia armenia de Syunik, como señales de presión. Algunos expertos iraníes han calificado el corredor como un “corredor de la OTAN” diseñado para rodear a Irán, Rusia y China.

La postura de Rusia es ambivalente. Aunque apoya públicamente el corredor como parte de los acuerdos de alto el fuego de 2020, su interés radica en mantener una presencia militar en la región, posiblemente como garante de seguridad del corredor, lo que le permitiría conservar influencia en el Cáucaso Sur.

Sin embargo, la exclusión de Moscú del reciente acuerdo ha generado descontento, evidenciado por las críticas del ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov, quien acusó a Armenia de sabotear las negociaciones bilaterales. La visita de Lavrov a Ereván en mayo de 2025 y los intentos de Moscú de promover figuras de oposición pro-Kremlin en Armenia sugieren un esfuerzo desesperado por recuperar terreno.

Para Armenia, el acuerdo representa una oportunidad para reducir su dependencia de Rusia e Irán y abrir su frontera con Turquía, cerrada desde 1993, lo que podría impulsar su economía y fortalecer lazos con la Unión Europea. Sin embargo, las demandas de Azerbaiyán, como la eliminación de referencias territoriales en la constitución armenia, y la oposición interna a ceder soberanía en Syunik, complican las negociaciones.

La reciente devolución de cuatro aldeas fronterizas a Azerbaiyán en mayo de 2025, aunque un gesto de buena voluntad, ha avivado el descontento doméstico en Armenia.

El Corredor de Zangezur también tiene implicaciones globales. Para Europa, es una alternativa al corredor norte-sur a través de Rusia, especialmente tras las sanciones derivadas de la guerra en Ucrania. Para Azerbaiyán, fortalece su rol como nodo logístico en el Corredor Medio, con proyectos como la restauración del ferrocarril Bakú-Tiflis-Kars y planes de exportación de electricidad con Kazajistán y Uzbekistán.

Sin embargo, la oposición de Irán y las maniobras de Rusia podrían desencadenar nuevas tensiones, incluyendo un posible conflicto armado en Syunik, lo que desestabilizaría aún más la región.

Mientras el Cáucaso Sur se encuentra en una encrucijada, el destino del Corredor de Zangezur dependerá de la capacidad de Armenia y Azerbaiyán para equilibrar sus intereses nacionales con las presiones de potencias regionales como Turquía, Rusia e Irán.

Con Bakú en una posición de fortaleza tras su victoria en Nagorno-Karabaj y el respaldo de Ankara, y Ereván buscando nuevas alianzas en Occidente, el acuerdo podría redefinir el equilibrio de poder en la región. Sin embargo, las recientes acciones de Rusia contra la diáspora azerbaiyana y su aparente coordinación con Irán sugieren que Moscú no cederá su influencia sin resistencia.

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