Un nuevo artículo de opinión del director ejecutivo de servicios petroleros Dan Eberhart, publicado en Forbes, sostiene que los litigios relacionados con el cambio climático representanuna amenaza creciente para la industria energética de Estados Unidos, lo que podría hacer que el país quede rezagado frente a China. Eberhart destaca que el senador Ted Cruz ha advertido repetidamente que la seguridad energética estadounidense está en riesgo, no por ejércitos extranjeros ni por un colapso económico, sino por una campaña legal coordinada que sepresenta como activismo ambiental. Esta semana, el subcomité de supervisión judicial lideradopor Cruz llevará a cabo una audiencia para investigar lo que él considera un esfuerzo concertado entre China y el movimiento de litigios climáticos en Estados Unidos, destinado adebilitar el dominio energético del país.
Según el artículo de Eberhart, la ola de demandas climáticas, especialmente aquellas impulsadas por firmas como Sher Edling, está respaldada por una red de fundaciones y organizaciones de defensa bien financiadas. Estas entidades, argumenta, podrían estarsirviendo inadvertidamente a los objetivos estratégicos de los adversarios geopolíticos deEstados Unidos, en particular China, al obstaculizar la producción doméstica de combustibles fósiles y aumentar la dependencia de cadenas de suministro de energía limpia controladas porel extranjero.
Eberhart señala que China ya domina los mercados globales de materiales críticos como el litio y el cobalto, así como la fabricación de paneles solares y baterías. Por lo tanto, cualquier política estadounidense que acelere la transición de los combustibles fósiles sin asegurar alternativas nacionales, advierte, arriesga otorgarle a Pekín una ventaja tanto en energía como en manufactura.
Las implicaciones para la seguridad nacional son cada vez más difíciles de ignorar. La Comisión de Revisión Económica y de Seguridad entre Estados Unidos y China ha alertadoque el Partido Comunista Chino está trabajando para influir en las políticas estatales y localesde Estados Unidos para avanzar en su agenda global. Un informe de la organización sin finesde lucro State Armor afirma además que China ha infiltrado sectores del movimiento ambiental estadounidense para dirigir la política energética de manera que se alinee con los intereses chinos.
Una organización que recibe especial atención es la Fundación Energía China (EFC, por sussiglas en inglés). Aunque tiene su sede oficial en San Francisco, la mayoría de su personal estáubicado en Pekín, y sus actividades estarían alineadas estrechamente con los objetivos del Partido Comunista Chino. Eberhart destaca que la EFC ha canalizado millones de dólares hacia grupos estadounidenses opuestos a los combustibles fósiles, incluyendo el Instituto Rocky Mountain y el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC), este último objetode una investigación congresional en 2018 por posibles vínculos con agentes extranjeros.
Las preocupaciones sobre la influencia china no se limitan a los grupos de defensa. El Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes ha advertido previamente que Pekín está explotando las divisiones sociales y políticas en Estados Unidos para orientar la política energética en su favor. Varias fundaciones filantrópicas importantes de Estados Unidos, incluidas las fundaciones Rockefeller, Hewlett y MacArthur, han financiado esfuerzos de litigio ambiental que, según Eberhart, no habrían ganado tracción sin su apoyo financiero. Sinembargo, estos donantes han ignorado en gran medida los riesgos de manipulación extranjeraen los grupos que financian.
La campaña de influencia, afirma Eberhart, también se extiende al ámbito académico.Instituciones afiliadas al gobierno chino, como la Fundación Nacional de Ciencias Naturales de China, han publicado investigaciones en revistas estadounidenses que critican los combustibles fósiles y presentan a las empresas estadounidenses como engañosas. Curiosamente, uno de los principales responsables de comunicación de la EFC trabajó anteriormente en esta misma fundación china.
Mientras tanto, lo que Eberhart describe como una “puerta giratoria” entre organizaciones sinfines de lucro activistas y agencias federales plantea preocupaciones éticas adicionales. Por ejemplo, Ann Carlson, quien ahora ocupa un cargo en la administración Biden, previamente fue consultora de Sher Edling mientras formaba parte de la junta del Instituto de Derecho Ambiental, un grupo que ha colaborado con organizaciones chinas en iniciativas de educación legal relacionadas con litigios climáticos.
Eberhart argumenta que el subcomité del Senado liderado por el senador Cruz está en una posición única para investigar la red de actores nacionales y extranjeros detrás del asalto legala la energía estadounidense. La transparencia, escribe, es crucial. Los estadounidenses merecen saber quién está financiando estas demandas y por qué. De lo contrario, advierte, los esfuerzos para revivir la doctrina de “dominancia energética” promovida durante la administración Trump podrían no ser suficientes para contrarrestar lo que él ve como una campaña opaca y potencialmente peligrosa.
Mientras Estados Unidos debate y litiga su futuro energético, Eberhart advierte que China estáconstruyendo rápidamente plantas de carbón, asegurando acuerdos de combustibles fósiles y fortaleciendo su control sobre las cadenas de suministro de energía limpia. Si las tendenciasactuales continúan, Pekín podría encontrarse en una posición dominante, mientras que elsector energético estadounidense queda atrapado en regulaciones, litigios y una dependencia del extranjero.
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